Es difícil superar un shock tan fuerte como este. Fue algo tan inesperado para todos, nunca nadie se imaginó qu él, una persona siempre tan alegre, simpático y generoso desapareciera físicamente de manera tan brusca y brutal de esta tierra. Por un lado, el dolor y la angustia de saber que, a pesar de no ser los más grandes amigos, ni de haber compartido horas y días eternos charlando, no lo veremos más por la U con sus fuertes colores en la ropa, o acercarse a la mesa redonda a saludar a todos para luego marcharse fugazmente, es muy fuerte... realmente una sensación de pesadez en el alma que molesta, que obviamente desearía que no estuviese allí. Por el otro, queda esa rabia interior que suelen dejar los idos, uno acá en la tierra suele pensar en el egoísmo del otro, en cómo no pensó en qué iba a provocar, en la gente que lo quería, que lo amaba, que lo estimaba, e incluso que tal vez lo odiaba. Por suerte los humanos tenemos algo llamado razocinio, que a pesar de que siempre lo utilizamos para el mal, nos da la herramienta para lucidar mejor y creer que sí, que tal vez para él fue lo mejor y no es ni será un acto egoísta. Sino más bien de paz interior, y a nadie se le puede culpar por eso, ¿cierto?.
Daniel Andrés Madrid Aros fue una persona que a pesar de lo poco y breve que lo conocí, marcó un momento importante en mi vida, tal vez fue por su personalidad, o porque cayó en un momento adecuado, o ambos; pero sea la razón que sea, siempre será recordado con gusto, como aquel chico rubio de tecnología médica, que se viste de muchos colores.
Adiós, que te vaya bien en todo tu futuro, ya sea en esta o en otra dimensión.